lunes, 17 de septiembre de 2012

Ahí estuvimos

Ayer, domingo 16 de septiembre, dos bikers de MNBC -Héctor y el que suscribe- acudimos a las Rozas, junto con Raúl y otros tres amigos de Biketown, a darlo todo en la marcha de 64 kilómetros del Festibike. Lo que sigue es fruto de las cavilaciones del abajo firmante. En una marcha tan larga no solo se pedalea con las piernas, también con las neuronas...

Como siempre, el ambiente en la salida, inmejorable

Siempre había escuchado lo del veranillo de San Miguel. Pero San Miguel es el 29 de septiembre, con lo que no contaba con el veranillo del Festibike, que ha venido a hacer bastante dura la primera marcha en la que participo después del paréntesis estival.

A las nueve y media de la mañana pedaleábamos camino de la salida. La pole position ya estaba hasta arriba. Tampoco me preocupó demasiado, porque mi objetivo es acabar; con dignidad, pero acabar… ¡Nada de locuras! Dicho lo cual, tampoco me gusta salir al final, porque te pasas quince minutos a diez por hora y una hora hasta que ya encuentras tu sitio. Bien es verdad, que antes de la hora, y pasadas las primeras rampas, la marcha ya había puesto a cada uno en su sitio… ¡A mí también! Pero, a lo que iba: apenas las nueve y media, y ya nos empezaba a picar el sol que nos daba en la espalda, haciéndonos presagiar lo que nos esperaba. El calor me mata. Prefiero el frío mil veces. Si a eso añadimos que en verano tampoco es fácil mantener el ritmo de salidas del curso, que el que suscribe no llega por tanto en su mejor momento de forma, que falta ese punto que te da el haber participado en alguna marcha organizada últimamente… Despacico y buena letra, mucho líquido y nada de hacer el canelo, no vayamos a tener que llegar arrastrando la bici y acalambrado hasta las orejas.
Raúl, Héctor y el que suscribe posando para los medios

Las primeras sensaciones no fueron buenas. Notaba en los músculos de las piernas ese cosquilleo difícil de definir, pero que todo biker identifica perfectamente y que es signo claro de que en mejores nos hemos visto. Pero bueno, aquí estamos, y también es cierto que en marchas largas las sensaciones van mejorando con los kilómetros… ¡O empeorando! Gracias a Dios, no fue este el caso. Es más, tuve un “momento dulce” después del segundo puerto y otro en los kilómetros finales del recorrido, que finalicé ¡sin calambres!


Antonio fue el primer clasificado de Biketown.
¡Un auténtico máquina!
Uno de mis principios en estas marchas es no intentar seguir ritmos ajenos, ni más altos ni más bajos. Yo a lo mío, a lo que me gusta llamar el fragor de mi personal batalla. Y es que soy de los que piensan que la lucha más terrible del biker es la que libra consigo mismo: un fragor interior que no trasciende fuera. Un índice de la dureza de una marcha es la cantidad de conversaciones que se escuchan, o, más bien, que no se escuchan. Durante la mayor parte del recorrido, y con excepción hecha –claro está– de los puntos de avituallamiento, la gente no decía ni Pamplona: se avanzaba en silencio bajo un sol de justicia que, en los sitios donde no soplaba brisa, amenazaba con derretirte la sesera bajo el casco. Pero bueno, a lo que iba, aunque no sigo ritmos ajenos, sí es verdad que a veces coincide uno con compañeros de marcha que llevan tu mismo ritmo y se forman grupetos espontáneos en los que, sin decir nada, nos vamos dando relevos. Eso me pasó hoy con un biker y una biker (abro paréntesis para decir que me quito el sombrero –o el casco– ante las pocas féminas que suelen acudir a estos eventos –¿llegan al 1%?–. Por supuesto, algunas llevaban un ritmo mejor –o mucho mejor– que el mío, y, por supuesto, todas las que me crucé estaban haciendo un papelón impresionante. Me ha pasado en todas las marchas en las que he participado, pero nunca lo había puesto por escrito. Cierro paréntesis) que llevaban un maillot de un club ciclista de Villadiego (Burgos). Durante un buen tramo formamos un cuarteto –el cuarto biker llevaba un maillot del Garmin– con el que pedaleé muy a gusto y a buen ritmo. Luego volvimos a separarnos, juntarnos… Lo típico. Yo pensaba para mis adentros: “Aquí me tienes tomando las de Villadiego” (nunca he sabido de dónde viene el dicho). Si la pareja de Villadiego lee esto, aprovecho para agradecerles el buen rato de pedaleo que me proporcionaron.

La marcha ha concluido
Salvo el tramo Villadiego, la mayor parte de la carrera transcurrió en soledad o en efímeros agrupamientos. Solo me distrajeron de mi batalla interior algunos gritos entusiastas de niños que veían pasar a los bikers desde el borde del camino. “Vamos, que eres como Contador”, me dijo un crío. ¿Como Contador yo? Pues como ataque Purito, yo no me muevo. A mí fijo que me echaban del Saxo Bank… Y me vino a la cabeza una reflexión que me he hecho muchas veces: ¿qué pasará por la cabeza de los grandes en los momentos de gran sufrimiento? Salvando las abismales distancias, los amantes de este deporte sabemos lo que es sufrir encima de una bicicleta. Siempre llego a la misma conclusión: son unos auténticos héroes. Son gigantes con una fortaleza interior que les sostiene en el fragor de batallas terribles. Yo no soy ningún héroe.


 

1 comentario:

  1. TITANICO!!! Me ha encantado recordarlo con tu reportaje... Preparados para RUTA IMPERIAL!!!

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