domingo, 5 de febrero de 2012

El Mountain Bike, una filosofía de vida


Cuando le dije a mi mujer que iba a escribir una entrada para el blog titulada "El Mountain Bike, una filosofía de vida", esta fue la respuesta que obtuve: "Cariño, estás como una chota". Yo respondí que el objetivo principal de la entrada era, precisamente, hacerle entender a ella -y a quien quiera leer la entrada- que tener una "visión biker" de la vida ayuda a navegar en medio de las procelosas aguas de "este mundo traidor", como diría Campoamor.

Independientemente de las convicciones más o menos profundas que uno pueda tener sobre las principales cuestiones existenciales -de dónde venimos, a dónde vamos- que a todos se nos plantean, hay modos más o menos originales y divertidos de enfrentarnos a los sinsabores que el día a día nos depara. El hombre, ser social por naturaleza, tiene, también por naturaleza, una tendencia a la teatralidad, a adoptar modos y maneras de hacer y actuar que oculten en cierto modo el verdadero yo de cada uno. El resultado de estas dos tendencias -sociabilidad y teatralidad- es que, de manera natural, el ser humano tiende a integrarse en grupos con los que se siente identificado. Y así, unos se hacen rockabillies, otros moteros, otros atléticos (del Atlético de Madrid, se entiende) y otros somos bikers. La conciencia de pertenencia a un grupo, el espíritu gregario, le da a uno seguridad y -siempre y cuando no se saquen las cosas de quicio- aporta un bagaje de buen humor que ayuda a restar importancia a las cosas. Voy a poner un ejemplo. Un hincha de un equipo de fútbol (da igual cuál: a mí no me gusta el fútbol) se relacionará con los demás en el ámbito profesional o social según parámetros de pertenencia o no pertenencia a ese equipo, pertenencia al eterno rival, etc. En el caso de pertenencia al mismo equipo se crearán unos lazos de unión especiales y, en el peor de los casos -repito, hablo de gente equilibrada que no saca las cosas de quicio-, la pertenencia a equipos rivales servirá para echar unas risas.

El caso de los bikers añade al hecho de la integración en una "tribu" el de la práctica de un deporte. El caso más paradigmático y admirable de una tribu de este tipo es el de los runners. Tengo que decir que yo he corrido durante muchos años -y cuando digo muchos, son muchos- sin lograr, más que en contadas ocasiones -alguna media maratón, San Silvestre...-, disfrutar de ese deporte como disfruto cada vez que cojo mi bicicleta de montaña. Esto lo digo con todo cariño y respeto hacia los runners; pero cada uno es como es, a unos les van más unas cosas y a otros les van más otras. Además, últimamente, las articulaciones de las piernas se me estaban empezando a resentir: circunstancia que acabó de convencerme de que debía dejar definitivamente el running y dedicarme únicamente al MTB. Después de más de veinte años simultaneando ambos deportes, he llegado a la conclusión de que lo que a mí me va es el MTB. Yo, soy biker.

¿Y qué tiene el MTB que fascina a tanta gente? Básicamente dos cosas: es una actividad física exigente y se desarrolla en plena naturaleza. A los que desde pequeñitos nos ha apasionado el monte, el MTB nos proporciona ese contacto con la naturaleza que da el montañismo con el plus de diversión que da la bicicleta que, por otro lado, permite cubrir en menos tiempo distancias mucho mayores. El biker -el verdadero biker, porque en el MTB, como en todas partes, también hay freakies- es amante de la naturaleza y amante del ejercicio físico con un cierto grado de exigencia; lo bueno que tiene el MTB es que uno puede exigirse mucho o poco, en función de la edad, forma física, etc. Y tres cuartos de lo mismo sucede con el aspecto técnico de este deporte "de riesgo": uno puede arriesgar todo lo mucho o poco que quiera; los hay muy "trialeros" y los hay más "rodadores". El MTB está al alcance de cualquier fortuna, tanto en lo físico como en lo técnico. Además, en ambos aspectos, el biker mejora a base de kilómetros: no hay otro secreto.

Excuso entrar en los beneficios que toda actividad deportiva tiene para la salud  física y mental: sobre eso ya han hablado largo y tendido personas muy preparadas. Así pues, al margen de los beneficios para la salud, ¿qué aporta a mi vida profesional, social y familiar el ser biker? ¿Se puede decir que el MTB es una filosofía de vida? Yo pienso que sí se puede decir que lo es, en tanto en cuanto, como todo deporte -sobre todo los que se desarrollan en contacto con la naturaleza- te ayuda a encarar los problemas con espíritu deportivo. En cierto modo, cada salida con la bicicleta es una especie de pequeña representación de la vida. Toda salida tiene sus dificultades, sus momentos de intenso gozo (pocas cosas comparables a ir a toda velocidad por uno de esos maravillosos senderos que discurren, sin ir más lejos, por los encinares de El Pardo), las cuestas arriba, las cuestas abajo, un pinchazo, una fuente de agua fresca a mitad de camino, el avituallamiento compartido, la satisfacción cuando concluye la ruta... ¡La vida es también así! Y, como dice Julio -uno de mis compañeros de fatigas bikers- cuando se nos pone por delante una rampa muy empinada y complicada técnicamente: "Gabriel, ¡hay que ir a degüello!". Estoy de acuerdo. En "este mundo traidor" hay que enfrentarse con las dificultades y los reveses como con las rampas complicadas: sin vacilar, ¡a degüello! A mí el pensamiento me sirve. Yo, soy biker.









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